domingo, 15 de noviembre de 2009

Hakunamatata

Se sintió rica, rebosaba sonrisas, regalaba miradas, flotaba por encima de todas aquellas personas que un día se habían reido de su desdicha. No sentía rabia, ni tampoco la absorvía una irremediable sed de venganza; hoy simplemente iba a dedicarse a vivir.

Ya no se aferraba a nadie, ni a nada. Los recuerdos la tenían en volandas; no dolían, ni pinchaban, ni escocían. No le hacía falta cantar un sueño para verlo de nuevo. Le bastaba con abrir los ojos y entontrar su tonta mirada perdida en algún rincón de su cara. Una sonrisa, un beso.

Quería gritar al mundo pero sentía que no era preciso, que sus ojos lo hacían, que sus gestos la delataban allá donde iba, que el brillo que emanaba su mirada era más claro que todas las palabras que pudiesen salir de su boca.

Sí, eso; se sentía llena. No era transitorio; no era efímero como tantas otras veces. No dependía de un instante que por su simple categoría de instante ya sabía que iba a ser fugaz.

Su dicha residía en lo que ahora era su vida. En eso que sabía que iba a guardar a su lado por mucho, muchísimo tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario