La miré al mismo tiempo que le tendía la mano y observé sus ojos fijos en los míos. Vi como, tímida, escudriñaba mi mirada tratando de encontrar aceptación. Le sonreí y ella se aferró a mis dedos. Me encaminé escalares arriba conduciéndola justo a mi lado; apenas me llegaba a la cintura y entre su enmarañado cabello oscuro acertaba a ver unos ojos negros repletos de sensaciones que fui incapaz de asimilar.
.
Le hablé cuando llegamos arriba y a pesar de que sabía que no entendía nada seguí haciéndolo sin parar. Estaba nervioso y además me habían dejado la tarea más difícil; debía acostumbrarla a su nuevo hogar… La veía perdida, extasiada, alucinada; todo era nuevo. Me habían contado que ante ella habían pasado cientos de imágenes que alguien como yo tendría la suerte de no ver jamás y en cambio todo con lo que debería haber crecido se quedaba tan lejos de sus pupilas… Escuché a mi padre de nuevo: “No ha tenido tu suerte” y suspiré aliviado; las cosas iban a cambiar.
Le hablé cuando llegamos arriba y a pesar de que sabía que no entendía nada seguí haciéndolo sin parar. Estaba nervioso y además me habían dejado la tarea más difícil; debía acostumbrarla a su nuevo hogar… La veía perdida, extasiada, alucinada; todo era nuevo. Me habían contado que ante ella habían pasado cientos de imágenes que alguien como yo tendría la suerte de no ver jamás y en cambio todo con lo que debería haber crecido se quedaba tan lejos de sus pupilas… Escuché a mi padre de nuevo: “No ha tenido tu suerte” y suspiré aliviado; las cosas iban a cambiar.
.
La primera puerta que encontramos a nuestra derecha estaba entre abierta y entramos juntos. No me había soltado la mano todavía y, sinceramente, esperaba que no lo hiciese. Topamos de bruces con el espejo del aseo y me dije a mi mismo que deberíamos hacer unas reformas en casa. Me agaché a su lado e intenté explicarle que iba a tomarla en brazos pero supongo que no me entendió porque cuando la levanté del suelo pataleó débilmente. Una vez se encontró en el espejo cesó en su empeño de bajar; supongo que el verse le impactó enormemente. Quise preguntarle si era la primera vez que se miraba en un espejo pero caí en que sería inútil. Estaba completamente embelesada y tuve tiempo de mirar lo que ante mí se reflejaba. Creo que sonreí cuando aprecié el detalle. Llevaba casi una hora con ella y en ese momento, solo cuando mis brazos la rodearon, me di cuenta de que su piel era oscura. Moví las manos alrededor de su cintura y ella empezó a reír. Las cosquillas eran su punto débil –pero esto, lo aprendí con los años- y por ello rápidamente se lanzó de mis brazos y corrió por el pasillo. Me apresuré a seguirla y cuando salí del baño la encontré parada en la puerta de la que iba a ser su habitación. Miraba arriba y sonreía curiosa. Cuando llegué a su lado me señaló las letras de ositos que con mucho mimo había colocado mi madre hacía ya varias semanas. Habló y fue la primera vez que le escuché hacerlo. Lo dijo mirándome y con una sonrisa de oreja a oreja.
La primera puerta que encontramos a nuestra derecha estaba entre abierta y entramos juntos. No me había soltado la mano todavía y, sinceramente, esperaba que no lo hiciese. Topamos de bruces con el espejo del aseo y me dije a mi mismo que deberíamos hacer unas reformas en casa. Me agaché a su lado e intenté explicarle que iba a tomarla en brazos pero supongo que no me entendió porque cuando la levanté del suelo pataleó débilmente. Una vez se encontró en el espejo cesó en su empeño de bajar; supongo que el verse le impactó enormemente. Quise preguntarle si era la primera vez que se miraba en un espejo pero caí en que sería inútil. Estaba completamente embelesada y tuve tiempo de mirar lo que ante mí se reflejaba. Creo que sonreí cuando aprecié el detalle. Llevaba casi una hora con ella y en ese momento, solo cuando mis brazos la rodearon, me di cuenta de que su piel era oscura. Moví las manos alrededor de su cintura y ella empezó a reír. Las cosquillas eran su punto débil –pero esto, lo aprendí con los años- y por ello rápidamente se lanzó de mis brazos y corrió por el pasillo. Me apresuré a seguirla y cuando salí del baño la encontré parada en la puerta de la que iba a ser su habitación. Miraba arriba y sonreía curiosa. Cuando llegué a su lado me señaló las letras de ositos que con mucho mimo había colocado mi madre hacía ya varias semanas. Habló y fue la primera vez que le escuché hacerlo. Lo dijo mirándome y con una sonrisa de oreja a oreja.
.
- ¡Hassyna!
- ¡Hassyna!
.
Se señaló y repitió su nombre dos o tres veces, después su dedo me apuntó y en su cara se dibujó la duda. Era guapa, muy guapa.
Se señaló y repitió su nombre dos o tres veces, después su dedo me apuntó y en su cara se dibujó la duda. Era guapa, muy guapa.
.
- Yo me llamo Jordi.
- Yo me llamo Jordi.
.
Se quedó un tanto contrariada y después repitió mi nombre en voz baja, casi para ella. Al final volvió a mirarme y me señaló la puerta. Pensé que era más lista que el hambre y mientras aquella idea vagaba por mi cabeza la perdí de vista. Vi que había abierto y entré tras ella. La encontré sentada al lado de la ventana, una de esas ventanas que llegan hasta el suelo. Miraba embobada la calle. Desde nuestro primer piso en la calle Velázquez los coches y las personas todavía se veían con claridad. Tenía los ojos abiertos como platos y estaba empapándose de cuanto abarcaba su vista. Me arrodillé a su lado y para cerrar el círculo que formábamos ella, la ventana y yo deposité un gran oso de peluche que había cogido de su cama antes de llegar hasta ella. Lo miró, me miró y volvió a mirar el animal. Llevaba poco tiempo con ella pero el suficiente para darme cuenta de que buscaba mi aprobación en cada cosa que pensaba hacer. Buscaba una sonrisa, una cara relajada, una dulce palabra… O tal vez simplemente buscaba que no le gritase o no me enfurruñase.
Se quedó un tanto contrariada y después repitió mi nombre en voz baja, casi para ella. Al final volvió a mirarme y me señaló la puerta. Pensé que era más lista que el hambre y mientras aquella idea vagaba por mi cabeza la perdí de vista. Vi que había abierto y entré tras ella. La encontré sentada al lado de la ventana, una de esas ventanas que llegan hasta el suelo. Miraba embobada la calle. Desde nuestro primer piso en la calle Velázquez los coches y las personas todavía se veían con claridad. Tenía los ojos abiertos como platos y estaba empapándose de cuanto abarcaba su vista. Me arrodillé a su lado y para cerrar el círculo que formábamos ella, la ventana y yo deposité un gran oso de peluche que había cogido de su cama antes de llegar hasta ella. Lo miró, me miró y volvió a mirar el animal. Llevaba poco tiempo con ella pero el suficiente para darme cuenta de que buscaba mi aprobación en cada cosa que pensaba hacer. Buscaba una sonrisa, una cara relajada, una dulce palabra… O tal vez simplemente buscaba que no le gritase o no me enfurruñase.
.
- Tú Hassyna, yo Jordi… ¿Y él? –Señalé al oso al que desde hacía segundos estaba abrazada.
Se lo pensó unos minutos, o al menos hizo como si estuviese pensándolo. Recorrió con la mirada la habitación entera y terminó volviendo al peluche marrón.
- Tú Hassyna, yo Jordi… ¿Y él? –Señalé al oso al que desde hacía segundos estaba abrazada.
Se lo pensó unos minutos, o al menos hizo como si estuviese pensándolo. Recorrió con la mirada la habitación entera y terminó volviendo al peluche marrón.
.
- Dub -Me miró feliz. Meses más tarde me explicaría que aquello quería decir oso en su árabe natal.
- Dub -Me miró feliz. Meses más tarde me explicaría que aquello quería decir oso en su árabe natal.
.
Jugamos un rato con todas aquellas cosas que estaban a su alcance. Jugamos y reímos hasta que la voz de mi madre irrumpió en nuestro momento. Mi abrigo y el de la niña me pidió que bajase. Y a ella, claro está.
Jugamos un rato con todas aquellas cosas que estaban a su alcance. Jugamos y reímos hasta que la voz de mi madre irrumpió en nuestro momento. Mi abrigo y el de la niña me pidió que bajase. Y a ella, claro está.
.
Me levanté y le dije que bajábamos. Me siguió de cerca y los dos nos encontramos con las miradas dicharacheras de mis padres bajo de la escalera. Le di el abrigo a mi madre y ella se lo puso. Él cargó tres paraguas y a mí me ofreció el más grande. Abrieron la puerta y una ráfaga de frío aire entró de la calle. La pequeña nos regaló un escalofrío y a mí una excusa perfecta para abrazarla cálidamente. Me miró agradecida, y antes de salir por la puerta mi madre habló.
Me levanté y le dije que bajábamos. Me siguió de cerca y los dos nos encontramos con las miradas dicharacheras de mis padres bajo de la escalera. Le di el abrigo a mi madre y ella se lo puso. Él cargó tres paraguas y a mí me ofreció el más grande. Abrieron la puerta y una ráfaga de frío aire entró de la calle. La pequeña nos regaló un escalofrío y a mí una excusa perfecta para abrazarla cálidamente. Me miró agradecida, y antes de salir por la puerta mi madre habló.
.
- Jordi, no le sueltes la mano a tu hermana.
- Jordi, no le sueltes la mano a tu hermana.
.
No contesté, tampoco sabía que decir. Miré a mis padres unos segundos y los vi felices, después de todo tenían a la pequeña en casa. En aquel segundo tomé plena conciencia de que a mis trece años mi vida iba a dar un vuelco inmenso. La miré y vi como me tendía su mano entre orgullosa, sincera, risueña y… ¿feliz?
No contesté, tampoco sabía que decir. Miré a mis padres unos segundos y los vi felices, después de todo tenían a la pequeña en casa. En aquel segundo tomé plena conciencia de que a mis trece años mi vida iba a dar un vuelco inmenso. La miré y vi como me tendía su mano entre orgullosa, sincera, risueña y… ¿feliz?
.
Años más tarde ella me confesó que estaba igual de feliz de ser mi hermana como yo de que ella fuese mi regalo aquella navidad; el único regalo que deseé que fuese para siempre.
Años más tarde ella me confesó que estaba igual de feliz de ser mi hermana como yo de que ella fuese mi regalo aquella navidad; el único regalo que deseé que fuese para siempre.