Toda la vida tratando de estar tan cerca que ahora mismo me agobia el no respirar el aire que sueltas; me cuesta dormir si no te quejas de lo fríos que están mis pies y me despierto revuelta de pesadillas si no he tenido un "buenas noches" en condiciones.
Y ahí sigo, buscando las dudas fuera de tu cabeza, amontonando problemas en nuestra puerta, de esos que se cuelan en cuanto decides salir a tomar el aire. Y mientras yo, hecha un ovillo en el sofá, tapada hasta las orejas con miles de mantas de soberbia y de "quieto parao", riéndome de cada vez que vuelves con ganas de comerme a besos.
Hacer oídos sordos, una de mis cien manías, tal vez la más absurda, la más estúpida, la que más desearé no tener (o no haber tenido) dentro de unos años. Lo sé, no es tan difícil, es más, debería ser lo más fácil; plantarme delante de tu cara y dedicarte una sonrisa inmensa, hacer que volviesen a temblarte las piernas, la boca, la ilusión. Dedicar medio esfuerzo a hacerte feliz, despojarme de mi manta, o meterte en ella para que nos despojemos juntos. Exacto, eso, volver a desnudarnos con la mirada, a no creer más en cuentos chinos, a construir novelitas de esas de color pastel, de las mías. A plantarte besos de la cabeza a los pies, a tomarte la mano mientras cocinas, a abordarte por detrás y morderte la oreja para que te quejes en mis manos un rato largo, muy largo.
Reconstruir para derretirme en tus ojos, para deshacerme en tu boca, para no acordarme ni de qué día es cuando pones mi canción favorita en el coche. Reinventar para que el prefijo re deje de tener sentido, para que se me olviden todos los días en los que he ido a buscarte en mil cosas que no tenían tu nombre. Seguir con nuestro pasatiempo favorito, volver a las primeras veces, crecer en cada una de tus caídas y vencer en cada una de las mías; no tenerte lejos nunca más.
Ser; ser para dejar de escucharte decir que me quieres más cerca; ser para no tener nunca más la sensación de no estar a la altura; ser para luchar, para creer, para cambiar; ser para nosotros. Ser para que se te revuelva el estómago de paz cada vez que me recuerdes, para que algún día puedas decir que te he hecho un cuarto de feliz de lo que dice mi sonrisa cuando alguien me pregunta por ti. Ser para consolarte en tu primera arruga, para hacernos muy mayores, para que se me agoten las ideas, las fotos, los álbumes donde meterlas y las estanterías donde guardarlas. Ser para callar bocas, para sorprendernos nosotros más que nadie de los diciembres que sonríen cuando llegamos; ser para acordarnos siempre de nuestros trece, de lo increíble de verte cambiar, de lo orgullosa que estoy de lo grande que eres, de lo orgullosa que estoy de ti. Ser para que puedas ser a mi lado. Ser para que seamos. Ser.
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