
Bonita manera de ordenar ideas, de recolocar sentimientos, de secuenciar mis miedos. Fluye tan rápido, tan "sin tropezar", que me asusta, me atrapa y me abruma. Debería servirme la almohada para esto mismo que uso el teclado, pero si nuestras cabezas se hacen compañía me acaba ocurriendo lo contrario. Me empapo de tus dudas, en sueños, y acabo por levantarme envuelta en sudor y miedo. Pidiendo cada vez que me veo cruzar los dedos que vuelvas a despertar la semana que viene en mi cama. Y así, de silencio a silencio, cansada de escucharte maldecir en voz baja todos los errores que he cometido, atenta siempre a las indirectas que piden de reojo que no me escape de tu lado, tragándome cada uno de tus besos hasta que, de puro hastío, acaban durmiendo tus labios en mi boca.
¿Qué haría yo sin tus despedidas? ¿Y si no pudiese escribir? Esperas que sea capaz de decir "vale, lo intento; y yo salgo de la ducha cada día esperando no tropezar con las piernas hechas un lío dentro del albornoz. Si pudiese parecerme un poquito más a tu paz...
No hay comentarios:
Publicar un comentario