lunes, 26 de octubre de 2009



Sueños compartidos que, ilusionados corretean nerviosos por sus días. Recuerdos melancólicos que se amontonan en un pasado simplemente de dos. Canciones que suenan nuevas en la radio de siempre; y canciones de siempre que se ecapan por esa radio nueva...

Un viaje hacia adelante y hacia atrás. Futuro y pasado. Un río de sueños por el que navega exhausto, empapándose de todo lo que dejó un día atrás, olvidando todo lo que podrá tener alguna vez.

Olvida lo que le imponen ser. Salta todos esos muros que le parecieron gigantes años atrás. Se convence de una vez por todas de todo lo que ha negado durante años, y porfín vuelve a sus brazos.

Recuperando las promesas, sonriendo a las esperas. Volviendo a todas esas sensaciones que desterraron cuando el tiempo les impuso enterrar su sueño. Volviendo a abrazar un beso, a reír entre sus brazos y a bailar con el deseo que crece sin freno en sus miradas sedientas.
Reecontrando en un momento aquello que se les perdió, o aquello que perdieron por miedo. Recuperando un amor que les robaba el sueño, que les quitaba el sentido, que les unía en un bucle frenético invisible a los ojos del mundo.

Se reencontraron el uno al otro y olvidaron todo lo que habían crecido a sus espaldas. Fueron niños otra vez. Fueron la ilusión de hace años, fueron el sueño tonto y virgen que inventaron con aquellas manos que temblaban nerviosas mientras descubrian sus miedos, sus cuerpos...

Gritaron motivos mientras se perdían en su deseo, mientras se les escapaban los temores, mientras desterraban todo el espacio y el tiempo al que habían estado condenados tantos años.

Se habían resignado a un futuro incierto, vacío, triste, apagado, sin sentido... Lo habían hecho por todos aquellos sueños que creían tener, al margen del único que realmente poseían. Lo hicieron por miedo a seguir construyendo recuerdos que les pinchasen la razón cuando, inevitablemente, se separasen sus caminos. Lo hicieron tratando de evitar un mal mayor que no se dejaron descubrir. Lo hicieron terriblemente equivocados, creyendo conocer un sentido a una vida separados. Lo hicieron menospreciando aquello que compartían; aquello que no valoraron hasta que sus camas se encontraron vacías, hasta que sus noches dejaron de llenarse de sonrisas al teléfono y bostezos que se contagiaban en el silencio; aquello que no advirtieron hasta que soprendieron a sus lágrimas corriendo agitadas por sus rojas mejillas mientras observaban parejas de enamorados riéndole a su amor.

Se maldicieron en silencio por haber arrojado al olvido lo único en lo que habían creído. Se maldicieron separados.

La fortuna, la casualidad, el azar. Volvían a encontrarse; sabiendo que después de aquella noche seguirían con sus vidas, conocedores de un error que ya no tenía enmienda. Sus agitados cuerpos reconocían el poco tiempo que les quedaba, sus suspiros eran un grito desesperado, una ahogada forma de retenerse el uno al otro.


Durmieron serenos; soñaron su sueño durante unas horas más. Despertaron entre silencios. Evitaron mirarse a los ojos. Nadaron entre vagos recuerdos de la noche anterior y nítidos momentos de años atrás. Les faltaba un empujón, algo que les convenciese de que aquello era imposible; otra vez... Si no no serían capaces de abandonarse de nuevo.

Sonó su móvil; una dura vuelta a la realidad. Una realidad buscada a base de errores; una realidad sin solución; su realidad.
Dos vidas hechas. Un sueño roto.

Los golpes de suerte no duran para siempre.

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