viernes, 10 de junio de 2011

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Se sientan juntos en el sofá, ataviados con una fuente de macarrones con queso, carne y cebolla; dispuestos a rebañar el vidrio con la barra de pan que han comprado cuatro horas antes. No se miran a penas, pero ambos saben que si mueven un poco sus piernas se rozarán débilmente. Muñecos amarillos acaparan la televisión.
-Oye que te gano.
-Mejor me lo cuentas luego.
Suena sencillo, divertido, ingenioso, picante... Y se le antoja dulce, melancólico.

Los macarrones dejan lugar al hartazgo; la sangre se les acumula en el estómago y les invade una modorra de nubes. Se acomodan en el sofá y poco a poco recuerdan. Se acercan y terminan compartiendo centímetros; no diré como antes, mejor diré como a partir de ahora.
Reinventar siempre ha sido un verbo complicado; pero hay ojos en los que suena mejor.
Se besan, se ríen, se recorren hasta el hastío y se abandonan a la magia que les tiene en pie.
Se divierten compañeros, cómplices, enamorados del instante que comparten; sabiendo que les une un pasado de lobos; conscientes de que el futuro se escribirá lejos de sus intenciones.
Pero se besan, de nuevo. Desafían al tiempo, se creen capaces de detenerlo esta tarde y van a dedicarse plenamente a ello. El mundo les queda lejos; muy lejos.

domingo, 5 de junio de 2011

Eres lo que más he querido en la vida.

Lunes, cinco de diciembre de dos mil cinco.
Creo que sólo me queda darte las gracias. Gracias por haberme echo crecer tanto. Gracias por las sonrisas y gracias por todas las lágrimas. Gracias por las veces que has estado y por las que me he sentido sola incluso estando a tu lado. Gracias por lo enorme que he sido contigo, por lo grande que me he sentido caminando de tu mano. Gracias por hacerme sentir tan única, tan especial, tan importante, tan viva.
Gracias por lo que has dicho y lo que has callado, por saber siempre cuando estar y de que modo hacerlo. Gracias por enseñarme tanto, por llevarme a tantos sitios, por contar siempre conmigo.
Gracias por lo fuerte que me he hecho cuando has desaparecido de repente; gracias por lo gigante que me has hecho el corazón; gracias por enseñarme a querer a alguien casi tanto como a uno mismo, gracias por darme motivos para ser feliz.
Gracias por hacerme persona, por quitarme egoísmo a mares; gracias por pensarme y dejar que te sueñe.
Gracias por el tiempo, por los años, por los cincos. Gracias por tanto...

Me alegro de haberte conocido, de que nuestras vidas se cruzasen. Me alegro de haber contado contigo, de que nuestros besos sean incontables, de que se me amontonen en la memoria las noches que he pasado a tu lado. Me gusta tu recuerdo, me gusta tu presencia, me gusta saber que pase lo que pase nadie va a arrebatarnos estos cinco años y medio.

Eres grande, enorme. Eres la razón por la que he hecho hasta lo imposible; el motivo por el que me he deshecho del miedo muchas veces; el por qué de casi todo...

No puedo decirte qué has significado para mi, porque la inmensidad no se explica con palabras. Te veo al cerrar los ojos, me invade el miedo pensando que puedes estar ahí cuando los abra, y especialmente me quema por dentro la idea de no verte al hacerlo.
Han sido meses de idas y venidas, y es triste llegar a una fecha tan especial y que todo sea tan extraño, tan incierto, tan raro... Pero eso es la vida, eso es nuestra vida; saber que sea como sea siempre te recordaré sonriendo, saber que pase lo que pase no cambiaría por nada nuestro tiempo... Saber que lo que nos hemos querido no se escribe, ni se mide, ni se explica, ni se entiende... Que lo que te he amado se siente; y que lo sientes. Que no me punzan los silencios, me duele lo feliz que me has hecho, la idea de que desistir no se contemplaba hace meses.

Y tal vez es el momento de decirlo: ¡Gracias!
Te quiero.

viernes, 3 de junio de 2011

Tablas.

Me punzaban las despedidas, cada vez que parabas el Opel en la puerta de mi casa... Me abrumaban los recuerdos de la noche anterior, tus sonrisas en mis labios, tus quejas a media noche cuando me alejaba un poco de tu abrazo.
Me dolían tus silencios, lo complicado que se hacía desear lo inesperado. Me hacían daño las esperas. Odiaba el tira y afloja que nos consumía.
No había un término medio, ni a golpes lo encontraba... O me ganabas tú o te hacía perder; empezaba a parecer imposible el empate a masajes, carcajadas y besos que nos había acompañado durante años.

jueves, 2 de junio de 2011

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Ojalá nos hubiésemos conocido más tarde; más tarde para no quemar con niñeces lo que sentíamos, más tarde para deshacernos de vez en cuando de la ingenuidad que rondó nuestros primeros años... Más tarde para que las cosas hubiesen sido más fáciles, más tarde para no tener que escuchar nunca "sois muy pequeños."
Ojalá nuestras vidas se hubiesen cruzado ahora, ahora que todo es más sencillo, ahora que ya no necesitamos andar media hora para vernos, ahora que nadie habla de nosotros, ahora que ya no tenemos trece años.
Ojalá... Ojalá no hubiésemos tenido que reinventar poco a poco lo nuestro para que creciese con nosotros, ojalá no hubiésemos soltado las mil lágrimas cuando se nos quedaba atrás; ojalá.

Ojalá; porque entonces ya no estaríamos hartos, porque todo nos vendría de nuevo, porque no tendría esa estúpida sensación de vez en cuando de haber estado tantos años perdiendo el tiempo. Más maduros, más personas..., y entonces lo que antes parecía enorme hubiese sido una tontería.

No arrastraríamos millones de recuerdos, no nos pesarían los años, porque pesan; no viviríamos atados a recuerdos punzantes ni tampoco a momentos maravillosos. Lo sé, deseo dejar atrás tantas cosas bonitas...
El cariño de tus ojos, el crecer a tu lado, lo que no decías por miedo y lo que yo siempre me atreví a decir; y ahora hemos cambiado las tornas, tantos años más tarde...

Ojalá nos pillase de nuevo; sé que caeríamos aún sin conocernos. Sé que me haría enseguida al hueco de tus hombros, que acoplaríamos en un abrir y cerrar de ojos nuestros abrazos, que inventaríamos en un momento las mil maneras que tenemos para decir "te quiero".
Y me duele tanto, pero tanto... Me encantaría volver a conocerte, empezar de cero, presentarme con una sonrisa y no esperar que tus ojos me sonriesen seguros. Me encantaría un primer beso, cargarme hasta los topes de ilusión; desbordar sonrisas. Me encantaría que el futuro que prometes no sonase tan lejano, tan imposible, tan niño.

Qué imposible es cerrar etapas, qué punzante es decir adiós sabiendo que jamás te despegarás de ese silencio. Qué duro es volver, y volver, y volver; y que todo suene triste.
No quiero irme de ti, pero dudo tanto que pueda quedarme a tu lado...