domingo, 28 de abril de 2013

Time.

Las calles siempre cortas, y siempre estrechas, y de pasada. Tenía que correr si quería plantarle cara. 
Se ataviaba con botas de montaña, las más feas del mercado. Se colgaba la cámara al cuello y salía a capturar sueños, de los demás. Se empapaba de emociones hasta que se llenaba la tarjeta de memoria; y entonces corría a casa, a preparar chocolate y a organizar el pase de fotos de cada tarde. Lloraba, reía, se ponía furiosa y se desconcertaba, alternativamente, a veces al mismo tiempo. Era capaz de enfatizar con las fotos lo que no conseguía hacer con las personas. Y, como siempre, aquella que le había sacado el escalofrío más grande acababa siendo revelada, a la antigua usanza, pasando a ocupar un sitio privilegiado en su habitación de las emociones.
Moría de miedo cada vez que venía un fontanero, un electricista, el del gas... Cualquier persona que viese aquella habitación saldría corriendo. Pero para ella era una vía de escape, la única salida a un autismo que le acompañaba desde siempre. No era capaz de detectar sentimientos, o al menos, no de hacerlo a velocidad real. Las emociones del día a día ni la rozaban, y continuamente sentía un vacío en su estómago que no conseguía llenar. Necesitaba ralentizar el ritmo, sentir a menor velocidad, retener un poco lo que sucedía, capturarlo y dedicarle tiempo. 
Y cada vez era más difícil encontrar tiempo.

sábado, 13 de abril de 2013

Ser.

Estas, las miles de veces que me despierto en tu almohada, en una almohada ajena, en la mía, en la de la playa. Las mil veces que me retuerzo levemente en entre las sábanas y me calmas con un beso en la nuca, acomodándome en tu regazo y pronunciando la palabra mágica. Y a mi se me disuelven los miedos, las dudas. Me quedaría en tus brazos lo que me quede de noche, de vida. Jugando a tenerte tan cerca que no concilio ni el sueño, a necesitar respirar un aire que no salga de tus pulmones, a desear cada vez que me despierto que la madrugada siguiente sea igual de mágica.
Ser de "y si...?", de muchos ysis que acaban devolviéndonos a una verdad tan antigua como nuestra; tan grande como transparente, tan de verdad como de cuento. Y si lo alargamos hasta el infinito? Hasta ese punto de no retorno, de asfixia. De mezclar recuerdos en un cuenco, de los de hace mil años, de los de ayer; poner la batidora en modo turbo, echarle una pizca de azúcar y repartir la mezcla en dos cuencos. Yo elijo con un poco de miel, si quieres puedo besar tu vaso. Y a beber. Denso como el chocolate de mi casa, dulce como las noches de feria, tan bueno como tú.
Y ahora ya lo tienes en todas las venas de tu cuerpo, invadiéndote cualquier pensamiento, a cada respiración. Yo diría que incluso me duele un poco menos el pie desde que te bebí a tragos. Ahora ya no te vas, ni me voy; ni nada. Da igual cuánto corramos, todo lo que intentemos, las veces que me calle, los gritos que puedas dar. No importa. Me respiras.
Te saboreo cada vez que cierro los ojos, y lo siento, pero me gusta comer cinco veces al día; por tanto, ya no quedas. Y visto lo visto, yo tampoco soy. Es solo en esas miles de veces que compartimos cama cuando siento que vuelvo a tenerme, que vuelves a estar por completo; que ya no tengo que ir a buscarme en tus labios, que tú no vas a abrazarme como si te faltasen partes. Es ahí donde me es más fácil respirar, donde sé que no me sobrará ni una palabra, que no echaré en falta que me mires. Que tus pies se acomodarán tan bien entre los míos que me dará miedo moverme por si te cambia esa cara de paz.