Lo que más le gustaba de ti era tu capacidad para hacer y decir cosas "de mayores" con un gesto tan ingenuo, con una mirada tan sumamente adorable.
¿He dicho lo que más? Pues te he mentido, cada vez que hablaba con ella era capaz de escoger una cosa diferente. Últimamente volvía a hablar de tus ojos, de lo suave de tus manos, del sabor de tus besos. Noté hace unos meses un ligero cambio en ella... Ya no eran las cosas extraordinarias las que le salían de la boca cuando se sentaba a vomitar maravillas de ti; ahora sus palabras sonaban mucho más dulces, más inocentes, más cuidadosas. Tenía miedo de romperte y empezó a convertir en importante todas esas cosas que había dejado pasar durante años.
Soplaba de tus sonrisas, me obligó a aprenderme las arrugas de tu frente al enfurruñarte, me fotografió las tonalidades de tu mirada y me contó lo dulce de tus palabras justo antes de irme a dormir.
Creo que se estaba enamorando otra vez de ti y yo andaba asustada, con miedo a que un día viniese con el corazón hecho trizas. Tenía miedo hasta que os vi; tu sentado y ella sencilla y feliz sobre tus piernas. Te hablaba sin parar, gesticulando a su manera, metiéndote de lleno en lo que te estaba contando, fuese lo que fuese. Y tú no la mirabas, ni la comías, ni la aburrías, ni la escuchabas... Sencillamente la adorabas.